Esta adquisición ha causado revuelo en el mundo de los videojuegos: el fondo soberano de inversión (PIF) de Arabia Saudita ha pagado 55.000 millones de dólares para adquirir Electronic Arts (EA Sports), la editora estadounidense responsable de EA Sports FC (anteriormente FIFA), Los Sims y Battlefield.
Se trata de una suma récord, once veces superior a la inversión del PIF en golf y 180 veces superior a la invertida en la adquisición del Newcastle United.
Para Riad, lo que está en juego va mucho más allá de los videojuegos. Esta adquisición forma parte de una estrategia de poder blando destinada a transformar la imagen del reino. «EA es la empresa perfecta para lo que Arabia Saudita quiere lograr en términos de influencia», analiza George Osborn, experto del sector. El objetivo es claro: asociar al país con la cultura del entretenimiento y la diversión, en lugar de con sus controversias sobre derechos humanos.
Ya presente en la industria de los videojuegos con participaciones en Pokémon Go y Monopoly Go, el PIF toma las riendas esta vez. Si bien el acuerdo aún está sujeto a la aprobación regulatoria, pondría a EA bajo control saudita y la retiraría de la bolsa, una forma de gestionarla sin restricciones públicas.
Este cambio forma parte del plan de diversificación económica de Riad. Consciente de que la dependencia del petróleo tiene sus límites, el reino se está centrando en los videojuegos y los esports. Con un 70% de su población menor de 35 años, Arabia Saudita ya se está consolidando como un actor clave en los esports globales, organizando torneos y futuros Juegos Olímpicos de esports.
Más allá del simbolismo, esta adquisición cuestiona la neutralidad cultural de los videojuegos. EA, cuyas franquicias llegan a cientos de millones de jugadores, se está convirtiendo en un instrumento de influencia sin precedentes.
Con esta transacción, Riad no solo busca invertir, sino también moldear el imaginario colectivo: al inmiscuirse en un mundo percibido como apolítico, el reino redefine sutilmente la línea entre el entretenimiento y la diplomacia.
Para los analistas, esta adquisición no solo representa una inversión colosal, sino que simboliza el deseo de Arabia Saudita de redefinir el panorama global del entretenimiento, difuminando aún más las fronteras entre los deportes reales y virtuales.