AIN.- El Parlamento húngaro aprobó una ley que reducirá el número de religiones reconocidas oficialmente en el país de más de 300 a 14. Entre las religiones que pierden el reconocimiento oficial están la religión islámica, el budismo, y el hinduismo.

Las comunidades islámicas que han estado operando en el país durante al menos 100 años tendrán la oportunidad de solicitar el reconocimiento, pero se necesita la aprobación de al menos dos tercios del Parlamento para obtener subsidios estatales. Por otra parte, estas confesiones perderán su carácter oficial, incluidas sus exenciones de impuestos y la libertad para poseer escuelas financiadas por el Estado.

La nueva Constitución también acepta la doctrina social cristiana conservadora como política de Estado, en un país donde sólo el 21% de la población asiste a los servicios religiosos. La Constitución “reconoce el papel del Cristianismo en la preservación de la nación” y sostiene que “la familia y la nación constituyen el marco principal de nuestra convivencia”.

La nueva Constitución, que en combinación con otras leyes recientes limita la independencia del banco central del país y los tribunales, ha sido ampliamente criticada. El día después de su entrada en vigor, decenas de miles de húngaros se lanzaron a las calles de Budapest en señal de protesta. De acuerdo con BosNewsLife, el Pastor Gabor Ivanyi, presidente de la Confraternidad Evangélica de Hungría, dijo: “Aquellos que votaron a favor de la ley no están con nosotros. Esto se llama dictadura”.

La Unión Europea y EEUU también han pedido que la ley sea retirada. Sin embargo, la UE parece indefensa, ya que es reacia a aplicar sanciones en virtud del artículo 7 del Tratado de Lisboa 7 que habla de las infracciones graves al estado de derecho y la falta de respeto a los derechos humanos.

Estas reformas han sido promovidas por el controvertido primer ministro Viktor Orbán de la Federación de Jóvenes Demócratas-Partido Popular Cristiano Demócrata (Fidesz-KDNP). Él está usando su dos tercios de mayoría parlamentaria para hacer cambios constitucionales, con el apoyo extra del partido de extrema derecha Jobbik, cuya rama paramilitar ha estado involucrada en asesinatos racistas y otras formas de violencia contra los gitanos. Los críticos acusan a Orbán de promover una forma de nacionalismo étnico con matices fascistas.

El gobierno de Orban parece empeñado en imponer su ideología de extrema derecha y xenófoba en todos los ámbitos de la vida, que van desde las minorías y las religiones a los medios de comunicación, el poder judicial y las artes.