Algeciras, con más de 9.000 vecinos musulmanes, puede presumir de ser una ciudad libre de racismo e islamofobia. A pesar de lo que a veces pueda parecer, los algecireños son menos racistas, xenófobos o islamófobos que los habitantes de otras grandes ciudades españolas. Lo dicen los datos y lo corroboran las ONG y los líderes de las comunidades islámicas.
Los datos avalan la convivencia
Según un informe de 2023 de la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA), el 30% de las personas negras residentes en España afirma haber sufrido discriminación en los últimos cinco años. Esta cifra sitúa a España entre los países con menor prevalencia de discriminación percibida por afrodescendientes en la UE. Solo Portugal (17%) y Polonia (19%) presentan porcentajes más bajos.
En el mapa español de los delitos de odio, la provincia de Cádiz se encuentra en el cuarto nivel más bajo: el número de denuncias por este tipo de delitos es cinco veces menor que en la provincia con más incidencias, según el Ministerio del Interior. Aunque se ha producido un leve aumento de las denuncias en los últimos cinco años —también en el resto de España—, los expertos atribuyen este incremento a una mayor conciencia social sobre estos delitos y a un menor grado de tolerancia hacia ellos, no a un aumento real de los casos. Es decir, se producen menos delitos, pero los pocos que ocurren sí se denuncian gracias al asesoramiento de las ONG, a que la población extranjera o musulmana ha dejado de interiorizar la narrativa racista, y a la colaboración de la Oficina Nacional de Lucha contra los Delitos de Odio (Ondod) con el tejido asociativo.
Una encuesta de 2024 del Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (Oberaxe) reveló que muchas inmobiliarias españolas aceptaban prácticas discriminatorias sugeridas por los propietarios de viviendas. El miedo a impagos era el principal motivo alegado por esos propietarios para no admitir inquilinos extranjeros.
A diferencia de lo que sucede en algunas ciudades europeas con el fenómeno de guetización —suburbios aislados integrados por grupos minoritarios con bajos ingresos y acceso limitado a recursos públicos y oportunidades—, en Algeciras, con casi un 8% de población musulmana, no existen barrios no-go o ZUS (Zonas Urbanas Sensibles). Las necesidades sociales particulares de los musulmanes (mezquita cercana para acudir cinco veces al día al rezo, establecimientos de hostelería y alimentación que garanticen el producto halal, colegios con profesores de religión islámica o red de apoyo vecinal) han dado lugar a áreas urbanas percibidas a veces por la población anfitriona como propias de una determinada minoría, pero nunca exclusivas de nadie.
Los espacios públicos en Algeciras permanecen, a pesar de las apariencias, cultural y religiosamente neutrales. Enclaves tan neurálgicos como el mercado Ingeniero Torroja - Sánchez Arcas son, además, ejemplo de pluralidad y convivencia: comerciantes y vendedores interactúan entre sí independientemente del origen racial o religioso de unos y otros. Así lo explica Paco Soto, presidente de la Asociación Comercio Tradicional y Mercado de Abastos, que insiste en que no aprecia racismo en su barrio y cuenta con un nutrido grupo de musulmanes activos en su asociación, todos ejemplares ciudadanos. "Yo no oigo a nadie quejarse de los marroquíes, aquí no hay tensión. Incluso hemos hecho con la mezquita del centro campañas conjuntas de recogida de alimentos para Ucrania o Valencia", sostiene.
Según datos de la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA) a partir de una encuesta de 2024, las personas negras en España afirman haber sido detenidas o identificadas por la policía por el hecho de ser negras en un porcentaje prácticamente similar a la media europea. Es precisamente esa percepción la que explica que las denuncias por racismo institucional en España apenas sean una tercera parte del total de las denuncias interpuestas por racismo.
Hoy apenas persisten en Europa justificaciones explícitas al racismo, fuera de los muy marginales aunque alarmantes grupos filonazis, neonazis y aceleracionistas. Sí aflora a veces el llamado racismo diferencialista, ese que no niega que todos los seres humanos sean iguales en dignidad, pero sí se opone a la diversidad social y la coexistencia alegando una hipotética incompatibilidad cultural o religiosa.
Con todo, son muy pocas las ocasiones en que en Algeciras se oyen justificaciones de ningún tipo de racismo: solo un partido político ha levantado, en los últimos años, la voz contra el colectivo musulmán por querer erigir una nueva mezquita "con minarete" (parece ser que el problema era exclusivamente el minarete), aspirar a una zona en el cementerio para enterramientos islámicos o pretender decorar las calles en el mes de Ramadán. Precisamente en España la Ley 26/92 ampara desde hace más de 30 años el ejercicio de esos derechos, informó Europa Sur.