Enfermedades como el cáncer no distinguen entre clases sociales ni se detienen ante fortunas millonarias. Aunque el dinero puede comprar comodidades, no siempre es suficiente para evitar desenlaces fatales. Este fue el caso de Alí Banat, un magnate cuya vida dio un giro drástico tras un diagnóstico que lo llevó a transformar su riqueza en un legado humanitario.
Alí Banat, un multimillonario australiano con ascendencia paquistaní, vivía como el estereotipo de rico que se reproduce en reality shows y redes sociales: colecciones de autos de lujo, entre ellos una Ferrari Spider de 6 millones de dólares. Ropa de lujo, viajes por todo el mundo con su familia y una riqueza inagotable.
Alí empezó a sentir dolores extraños y fue al médico. Fue en ese momento que recibió una noticia totalmente inesperada: tenía un cáncer fulminante y le quedaban seis meses de vida.
Su primera visita al médico no fue para nada auspiciosa: luego de que los profesionales le practicaran una batería de exámenes, le advirtieron que solo le quedaban siete meses por delante a raíz de un cáncer fulminante. Repentinamente, las posesiones materiales pasaron a estar en un segundo plano: una profunda reflexión lo llevó a tomar una decisión inesperada.
Ali Banat y el “regalo” que le dio la oportunidad de cambiar
“Cuando descubres que estás enfermo, acumular es lo último que quieres hacer. Esto que me pasó es un regalo, porque Allah me dio la oportunidad de cambiar”, graficó Banat, que a esas alturas se había convertido en un devoto religioso. Su compleja situación lo motorizó a vender sus empresas y viajar a África para emprender un desafío filantrópico.
Alí creó la fundación Musulmanes alrededor del mundo (MATW, por sus siglas en inglés), que tenía como objetivo realizar donaciones a causas benéficas en un continente donde la pobreza es parte del paisaje cotidiano. Así, repartió su patrimonio en naciones como Togo, Ghana y Burkina Faso, algunas de las más pobres del mundo, con iniciativas que maravillaron al mundo entero.
Banat murió el 29 de mayo de 2018. Finalmente, no fueron siete meses de vida, fueron casi tres años. Los amigos y cercanos a Alí dicen que este tiempo extra fue un "regalo de Allah".