Desde el amanecer, en el valle de Mina, a pocos kilómetros de La Meca, los más de 1,6 millones de peregrinos congregados en el reino empezaron a tirar piedras sobre una gran estela de cemento, que simboliza al diablo.
«Fue fácil y sencillo. Entramos, y en cinco minutos terminamos con la lapidación de Satán», contó a AFP Wael Ahmed Abdelkader, un egipcio de 34 años.
Howakita, una fiel venida de Guinea, estaba contenta de cumplir con este ritual, que coincide con el inicio del Eid al Adha, una festividad mayor del calendario musulmán.
Para evitar una repetición del drama del año pasado, cuando 1.301 personas perecieron bajo temperaturas que superaron los 50 ºC, las autoridades desplegaron una serie de medidas para limitar los riesgos debidos al calor.
Igualmente reforzaron los controles para evitar la presencia de peregrinos clandestinos, que no tienen acceso a las instalaciones climatizadas, según Swiss Info.
El año pasado, el 84% de los peregrinos fallecidos no tenían el permiso oficial para la peregrinación, que es de pago y que el gobierno saudita otorga según un sistema de cuotas por país.
Tras lanzar las piedras a la representación del diablo, los fieles regresan a La Meca, la primera ciudad sagrada del islam, para dar una última vuelta a la Kaaba, la estructura cúbica negra situada en el corazón de la Gran Mezquita, con lo que quedará concluida la gran peregrinación anual.