Un comportamiento que encuentra tal vez una de sus explicaciones en la confusión que da rienda suelta a las fantasías sobre el Islam y los musulmanes, una fantasía que alimenta y anima una campaña de miedo que muestra que los musulmanes se lanzan una vez más a la conquista del mundo, una fantasía que describe a este último como un bloque imaginario, homogéneo y unido cuyo objetivo es conquistar Francia y Europa, una fantasía cuya función es borrar las fronteras entre el discurso científico, que aspira a proporcionar un conocimiento objetivo y preciso sobre el cómo y el porqué de las cosas, y el discurso ideológico que, por su parte, pretende implicar, a toda costa, al Islam y a los musulmanes en la desgracia de los franceses, una fantasía para tener al musulmán como el Otro/enemigo a derrotar.
Una fantasía para deshumanizar el Islam y a los musulmanes, negándoles cualquier contribución a la historia de la humanidad, por pequeña que ésta sea. Una fantasía, en fin, que pretende persuadirnos de que en cada musulmán duerme un terrorista, por no decir un fanático dispuesto a seguir al primer charlatán que aparezca.
Esto es un grave error. Nada tiene más probabilidades de reforzar los prejuicios que hablar de los sentimientos sobre el Islam o presentar los acontecimientos actuales como si reflejaran la realidad de todos los musulmanes.
Desde casi la década de 1970 hasta hoy, el Islam ha ocupado un gran espacio tanto en los medios de comunicación como en las instituciones académicas. Si no abre el noticiero de las 8 de la noche, aparece en la portada de los periódicos.
Algunos escritos se deleitan y se apresuran a dar una visión oscura y caricaturizada del Corán y de la ley musulmana al afirmar que esta última era extremadamente violenta hacia los no musulmanes. Éste es el caso del libro de Anne-Marie Delcambre. Un libro contra el Islam y los musulmanes. Es en las posiciones odiosas de este tipo de escritos donde debemos buscar las razones de la islamofobia y de todo lo que de ella se deriva en términos de catástrofes que llegan hasta el asesinato.
Lo sorprendente es la alineación de un tal Michel Onfray, filósofo de paso, con las mismas posiciones. En otro libro, y en el mismo espíritu, Omero Marongiu-Perria señala que «es más preocupante observar a un filósofo como el Sr. Onfray blandiendo pasajes del Corán sacados de contexto para afirmar que el Islam, por su propia naturaleza, empuja a los musulmanes a mantener una relación beligerante con el mundo». Esto es verdaderamente asombroso viniendo de un filósofo para quien se supone que el pensamiento crítico debe prevalecer sobre los juicios precipitados.
Aún más sorprendente es el libro de Monseñor Rey, que publicó El Islam: ¿amenaza o desafío?, en el que presenta sin ambigüedades el Islam como una amenaza para la República, para la identidad francesa y europea y para la comunidad cristiana. Un libro que sigue los pasos de ciertos islamófobos para quienes, si damos crédito a sus fantasías, Francia estaría en peligro por una presencia masiva de musulmanes que desarrollarían progresivamente una estrategia de imposición de la sharia en la sociedad. Hoy, Aboubakeur ha pagado el precio de esta islamofobia, que es sencillamente deshumanizante.
Fuente: Oumma