Desde que comenzaran los ataques israelíes en Gaza el 7 de octubre de 2023, las cifras de víctimas son escalofriantes: casi 41.615 palestinos han perdido la vida en un baño de sangre que parece no tener fin.
Mientras, en Líbano, los bombardeos israelíes se han cobrado ya la vida de 1.640 personas, muchas de ellas niños y niñas. La brutalidad y la desproporción de la respuesta militar israelí han superado cualquier límite ético o moral.
Mientras la atención internacional se centra en Gaza, la ofensiva israelí ha comenzado a extenderse a Líbano. Miles de personas han sido asesinadas en tan solo un año. Hezbolá ha sido el blanco principal de los ataques, pero, como siempre, la población civil es la que más sufre. Entre las víctimas mortales hay 104 niños y niñas, un número que debería helar la sangre a cualquiera con un mínimo de humanidad.
El asesinato de civiles palestinos y libaneses no puede seguir justificándose bajo el pretexto de la “defensa”. Israel está cometiendo crímenes de guerra, y la comunidad internacional lo sabe. Las cifras de muertes hablan por sí solas, y la impunidad de la que goza el gobierno israelí es una vergüenza para el derecho internacional. Pero lo peor de todo es que las y los palestinos y libaneses que sobreviven a estos ataques están condenados a vivir en la miseria y el sufrimiento más absoluto.