En medio de una polémica que incluyó una presentación por parte de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (Daia) y una orden judicial para que el músico se “abstenga de realizar hechos o expresiones antisemitas”, anoche Roger Waters dio el primero de sus dos recitales en el estadio Monumental de River.
El ex Pink Floyd volvió a Buenos Aires en el marco de su gira despedida “This is not a drill” (“Esto no es un simulacro”) con lluvia y un despliegue inconmensurable y bien característico de su alma artística y militante. Con cuatro pantallas enormes de alta definición y un sonido muy potente, el músico de 80 años salió a escena pasadas las 21.15, previamente de haber mandado “a la mierd*” a quienes dicen escuchar a Pink Floyd, pero que no están de acuerdo con sus ideales.
Tras saludar a los argentinos con un “buenas noches” en un español algo arcaico, el músico agregó: “Estoy feliz de estar aquí en Buenos Aires. ¡Muchas gracias!”. Acto seguido, conversó con el público y pidió diálogo a pesar de las diferencias y “amor entre hermanos y hermanas”, informó La Voz.
Luego, sin mencionar a nadie, aseguró que “por alguna razón” no lo dejaron alojarse en algunos hoteles y agregó: “Yo lucho por los Derechos Humanos. Eso es algo que me enseñó mi madre y nunca olvido”.
También habló de las Malvinas y lamentó la muerte de tantos soldados argentinos, a la vez que reconoció que esta generación no aceptará nunca más el uso de armas nucleares en el mundo.